Para Wayne
Un saludo y una crónica
Robertinho Silva saluda a su amigo y maestro Wayne
Shorter
(Pido perdón al lector por la deficiente calidad de
la imagen y el sonido, pero el testimonio, grabado en el mismo escenario del
concierto, con posterioridad al mismo, lo compensa)
Una luz en la oscuridad
En tiempos como estos, en un país como este, el mero
hecho de poder asistir a un concierto de jazz constituye una rareza, por no
decir, una proeza. Que, además, ese concierto esté protagonizado por un alguien
como Leo Gandelman, saxofonista de currículo
y experiencia contrastada cuya vida ha estado pendiente de un hilo hasta
anteayer, añade un plus de rareza a lo ya raro de por sí. Incluso podría
hablarse de un cierto aire clandestinidad –el centro de la ciudad, de natural
bullicioso, envuelto en una neblina sobrenatural, vacío, silencioso…- si no
fuera porque la cosa, el concierto, tuvo lugar en la sede del centro cultural
de la mayor institución financiera del país, justo en el día en que se superaba
el triste record de 250 mil fallecidos por Covid. Se trataba de la presentación
del proyecto Quadrilátero, por el número de sesiones a realizar, 4 en total, y
el de participantes, 4 por sesión más el curador, el propio Gandelman, en este
caso, en lo que vino a ser su regreso a los escenarios que muchos esperaban
como agua de mayo. Junto a él, 4 percusionistas de orígenes y estilos diversos unidos
en un común denominador, como en una metáfora. Y la sala, a un tercio de su
capacidad por motivos que no es necesario recordar. “A música foi a primeira
coisa a parar”, reflexiona Gandelman en el vídeo de promoción del ciclo, “e tal
vez a última coisa a voltar”.
Nos lo vendieron como un concierto de free jazz “a
la brasileña”, valga el oxímoron, donde quiere decirse que nada estaba ensayado
y cada cual hizo de su capa un sayo, lo que tratándose de quienes se trataba,
hasta se agradece. Y así, fueron saliendo a escena los protagonistas, primero Marcelo
Costa, -oído a su interpretación a “pandero solo” de “Na cadência do samba”, de
los Novos Baianos-, luego Marcos Suzano, pandeirista como el anterior, solo que
en versión heavy metal; y Pretinho da
Serrinha, madureirense orgulloso (dícese de los naturales del muy castizo
barrio de Madureira, en Rio de Janeiro), trayéndonos de vuelta al samba de
raíz, Dona Ivone Lara, y de esa guisa; y, por terminar, Robertinho Silva, fresco
y cascabelero como una lechuga a sus juveniles 80 años, dando saltitos tras de un
expositor de herramientas diversas adquiridas no se sabe si en una tienda de
instrumentos musicales o en un taller mecánico. Robertinho juega a sorprender
al oyente para terminar sorprendiéndose a sí mismo, el viejo muelle convertido en
un carrillón y, presidiendo el pandemonio, un cartel: “A Força do Tambor”.
A lo que hace, lo llama “música desnuda”, y es cosa muy seria que no puede
tomarse a broma.
Y así, hasta el happy
end, con el anteriormente mencionado Gandelman, saxos tenor y soprano y
clarinete bajo, y los cuatro igualmente anteriormente mencionados reunidos
sobre el escenario, y aquello fue un dejarse llevar los allí presentes por los
caminos de la libre inspiración, con el saxofón discurriendo sinuoso por entre
los tamborileros, saludando a unos y otros, buscando su lugar y encontrándolo,
o no, pero qué importancia tiene eso… y es que, lo sucedido anoche en el Centro
Cultural Banco do Brasil, fue mucho más que un concierto de música: la
demostración de lo que tiene de mejor este país frente a quienes ponen todo su
empeño en destruirlo. Con esto, que uno llega a creer que mientras existan Marcelo,
Marcos, Petrinho, Robertinho y Leo, mientras ellos sigan ahí, este país va a
tener remedio.
Chema
García Martínez
PD. Pasados los días, el autor de esta crónica
permanece estrictamente confinado en su domicilio ante la situación de extrema
gravedad sanitaria que vive el país. Ello le ha impedido acudir a la segunda
sesión del ciclo. Doy las gracias a Pablo Castellar en nombre de la
organización por su amabilidad, siempre y en todo lugar.
Que vontade de participar!!! É de estar aí
ResponderEliminarTe echamos en falta, querido Antonio... siempre.
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