Para Wayne

Un saludo y una crónica


Robertinho Silva saluda a su amigo y maestro Wayne Shorter

(Pido perdón al lector por la deficiente calidad de la imagen y el sonido, pero el testimonio, grabado en el mismo escenario del concierto, con posterioridad al mismo, lo compensa)

 


Una luz en la oscuridad

 
De izqda. a dcha: Robertinho Silva, Pretinho da Serrinha, Leo Gandelman, Marcos Suzano, Marcelo Costa. Centro Cultural Banco do Brasil, Rio de Janeiro. 24/02/2021. Foto: JMGM


En tiempos como estos, en un país como este, el mero hecho de poder asistir a un concierto de jazz constituye una rareza, por no decir, una proeza. Que, además, ese concierto esté protagonizado por un alguien como Leo Gandelman, saxofonista de currículo  y experiencia contrastada cuya vida ha estado pendiente de un hilo hasta anteayer, añade un plus de rareza a lo ya raro de por sí. Incluso podría hablarse de un cierto aire clandestinidad –el centro de la ciudad, de natural bullicioso, envuelto en una neblina sobrenatural, vacío, silencioso…- si no fuera porque la cosa, el concierto, tuvo lugar en la sede del centro cultural de la mayor institución financiera del país, justo en el día en que se superaba el triste record de 250 mil fallecidos por Covid. Se trataba de la presentación del proyecto Quadrilátero, por el número de sesiones a realizar, 4 en total, y el de participantes, 4 por sesión más el curador, el propio Gandelman, en este caso, en lo que vino a ser su regreso a los escenarios que muchos esperaban como agua de mayo. Junto a él, 4 percusionistas de orígenes y estilos diversos unidos en un común denominador, como en una metáfora. Y la sala, a un tercio de su capacidad por motivos que no es necesario recordar. “A música foi a primeira coisa a parar”, reflexiona Gandelman en el vídeo de promoción del ciclo, “e tal vez a última coisa a voltar”.

Nos lo vendieron como un concierto de free jazz “a la brasileña”, valga el oxímoron, donde quiere decirse que nada estaba ensayado y cada cual hizo de su capa un sayo, lo que tratándose de quienes se trataba, hasta se agradece. Y así, fueron saliendo a escena los protagonistas, primero Marcelo Costa, -oído a su interpretación a “pandero solo” de “Na cadência do samba”, de los Novos Baianos-, luego Marcos Suzano, pandeirista como el anterior, solo que en versión heavy metal; y Pretinho da Serrinha, madureirense orgulloso (dícese de los naturales del muy castizo barrio de Madureira, en Rio de Janeiro), trayéndonos de vuelta al samba de raíz, Dona Ivone Lara, y de esa guisa; y, por terminar, Robertinho Silva, fresco y cascabelero como una lechuga a sus juveniles 80 años, dando saltitos tras de un expositor de herramientas diversas adquiridas no se sabe si en una tienda de instrumentos musicales o en un taller mecánico. Robertinho juega a sorprender al oyente para terminar sorprendiéndose a sí mismo, el viejo muelle convertido en un carrillón y, presidiendo el pandemonio, un cartel: “A Força do Tambor”. A lo que hace, lo llama “música desnuda”, y es cosa muy seria que no puede tomarse a broma.

Y así, hasta el happy end, con el anteriormente mencionado Gandelman, saxos tenor y soprano y clarinete bajo, y los cuatro igualmente anteriormente mencionados reunidos sobre el escenario, y aquello fue un dejarse llevar los allí presentes por los caminos de la libre inspiración, con el saxofón discurriendo sinuoso por entre los tamborileros, saludando a unos y otros, buscando su lugar y encontrándolo, o no, pero qué importancia tiene eso… y es que, lo sucedido anoche en el Centro Cultural Banco do Brasil, fue mucho más que un concierto de música: la demostración de lo que tiene de mejor este país frente a quienes ponen todo su empeño en destruirlo. Con esto, que uno llega a creer que mientras existan Marcelo, Marcos, Petrinho, Robertinho y Leo, mientras ellos sigan ahí, este país va a tener remedio.

Chema García Martínez

 

PD. Pasados los días, el autor de esta crónica permanece estrictamente confinado en su domicilio ante la situación de extrema gravedad sanitaria que vive el país. Ello le ha impedido acudir a la segunda sesión del ciclo. Doy las gracias a Pablo Castellar en nombre de la organización por su amabilidad, siempre y en todo lugar.


Robertinho & Hermeto: mejores no hay.

 


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