EL TOCINO Y LA VELOCIDAD


DONDE SE HABLA DE LOS “BARBENHEIMERS”, QUÉ SON Y PARA QUE SIRVEN

Lo estamos viendo venir, las temperaturas llegándose a extremos propios del Kalahari en plena Puerta del Sol, por um lado; las inteligencias artificiales empeñadas en enviarnos al otro barrio en lo que canta un colibrí afónico, por el otro, misil atómico va, ataque preventivo viene... no es fácil entender este mundo preapocalíptico en el que (sobre)vivimos. Pero nada que pueda comparase con el más extravagante e inexplicable de los fenómenos surgidos de un tiempo a esta parte: los “Barbenheimers”.

Todo empezó por la coincidencia en fechas y salas de proyección del estreno de dos "blockbusters" (producción, película o escenificación muy popular o exitosa) llamados a arrasar en las taquillas, “Barbie”, el primer "live-action" (película protagonizada por actores reales,filmados dentro de animaciones 2D o digitales) sobre la muñeca homónima, y “Oppenheimer”, un "biopic" (película biográfica) en torno al atribulado padre de la bomba atómica. Y así fue, que los aficionados a una y otra cinta vinieron a coincidir haciendo cola frente a las taquillas, los unos por un lado, y los otros por el suyo, hasta que comenzó a generarse una suerte de simbiosis entre ambos contingentes motivada por el hecho de que, en realidad, eran los mismos quienes estaban interesados en asistir al estreno de “Barbie” y los que estaban ahí por “Oppenheimer”. Y así nacieron los “Barbenheimers”, especie de organismos de naturaleza híbrida, parecidos al zebrallo, con la capacidad de asistir a la proyección de ambas cintas, una tras otra, y salir vivos del multicine. A los distribuidores les faltó tiempo para urdir un a modo de “paquete” a base de tickets combinados en abierto (con opción de elegir la sesión) o con descuento especial (2 sesiones al precio de 1 y 1⁄2). Los informadores bautizaron el fenómeno como “el acontecimiento cinematográfico del año”. Yo no se si será tal, tengo mis dudas. El más incomprensible, desde luego.

Juntar “Barbie” y “Oppenheimer” en un mismo saco, o en una misma sala, es como programar “Persona”, de Bergman,y “La flauta de los Pitufos” en sesión doble, y el que venga luego se las apañe. Visto desde la distancia, pudiera parecer un sinsentido, el producto de un ataque de locura,… pues de eso, nada. Uno escucha a los tertuliamos en sus cenáculos radiofónicos (el insomnio es lo que tiene) refiriéndose al asunto con la mayor naturalidad, quienes equiparan las aportaciones de la pesadilla rosácea y el sabio brumoso al progreso de la Humanidad (con ventaja para la primera) y quienes pasan por la criba los valores cinematográficos de ambas cintas, “El Potemkin”, a su lado, un juego de niños.

Ese concepto de simultaneidad atolondrada/irreflexiva distingue a los “Barbenheimers” del gourmet global, capaz de disfrutar de la baja y la alta cocina, cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa, lo que Dios ha separado no lo una la mano del hombre, salvo que se llame Ferran Adrià, se entiende. Para los “Barbenheimers”, en cambio, tanto da “Barbie” como “Oppenheimer”, el tocino como la velocidad, una ración de langostinos de Sanlúcar al punto de sal como un bocata de panceta del Bar Hermanos Moncayo, servicio esmerado, precios incomparables. El “Barbenheimer” viaja de la panceta al langostino en un mismo menú degustación, y tan ancho. Puesto en términos epistemológicos, la panceta vendría a representar al consumidor de gustos poco refinados (el público objetivo de “Barbie”, se supone) mientras que, con los crustáceos, se pretende evocar la aparente sofisticación que encarna, aparentemente, “Oppenheimer”. Esto sería lo normal, lo previsible. Solo que, en el mundo de los “Barbenheimers” nada es normal o previsible.

Está el asunto del mensaje. Resulta que el espectador que busca adentrarse en las complejidades interiores de Barbie/Ken en su ir y venir de Barbilandia al mundo real y vuelta precisa de un entrenamiento previo que no está al alcance de cualquiera. Así lo confirma el crítico del diario Globo en su comentario: “es necesario leer varias horas de Wikipedia para entender de qué se trata”. Momento de rescatar las gafas de leer entrelineas que guardábamos desde “Gritos y susurros”. No por nada, la cinta, ha sido indicada para mayores de 12 años. Poco me parece, vistas las circunstancias.

A sensu contrario, “Oppenheimer” resulta ser una “experiencia inmersiva” (!uups!) tras de la cual se encuentra el director de la última, o la penúltima, entrega de “Batman”, lo que, si no le aproxima al cine que representan los simpáticos pitufillos, le aleja definitivamente de cualquier intento de acercamiento al modelo de arte y ensayo, lo cual queda demostrado en los sucesivos ladrillos que componen la filmografía del susodicho, murciélagos aparte. En el caso de la arriba mencionada, se habla de “un mastodonte de 3 horas que navega pesadamente desde la Depresión a la Caza de Brujas para terminar en una película de tribunales que es, simplemente, un peñazo” (Inácio Araujo). Claro que también pudiera que la cosa vaya por otro lado, y sea el crítico quién no se entera de qué va la vaina por falta de conocimiento, o de preparación. En el mundo de los “Barbenheimers”, ya se ha dicho, las apariencias engañan, y nada es lo que parece. “Llevé a mi hija pequeña a ver “Barbie” y no entendió nada”, confiesa Vitoria a la reportera del diario Folha de S. Paulo, “ojalá la hubiera llevado a ver “Oppenheimer”.

Hay algo de misterioso en esta capacidad de reunir los opuestos y sacar sus propias conclusiones que tienen los “Barbenheimers”; algo de subyugante, si entiende el lector lo que quiero decir. Más, si se tiene en cuenta lo mucho que la tal cualidad les acerca a los patrones de la Inteligencia Artificial, y ya se sabe como se les gastan los Sophia, AI-DA y compañía (al respecto, léase D. C. Dennet: “From Bacteria to Bach and Back: The Evolution of Minds”). Así que mucho ojo con los “Barbenheimers”. Puede que no sean lo que aparentan.

CMGM

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