Monk vs. todo lo demás



A propósito de “Thelonious Monk: rewind & play”



La música es placer exento de obligaciones”

Immanuel Kant


All I do is play”

Thelonious Monk



Hay una momento en “Thelonious Monk: rewind & play” (Documenta Madrid 2022, sesión inaugural) en que el Universo Mundo parece tomarse un respiro, y la pieza que acaba de interpretar el pianista se resiste a despedirse, y el espacio todo queda atrapado en un mismo acorde vestido de tonalidades oscuras rasgando el silencio como campanas tocando a muerto, siempre el mismo, una vez, y otra, y otra... y el monje observa cuanto sucede a su alrededor mientras golpea inmisericorde el metal tocando a muerto, una vez y otra.



París, 15 de diciembre de 1969. El matrimonio Monk baja de las escalerillas del avión de Swissair, ocupa el asiento trasero en el Mercedes que les va a conducir al centre-ville. Él (Thelonious) sonríe/calla/otorga, ella (Nellie) da cuenta de los últimos avatares de la accidentada gira de conciertos que están llevando a cabo por el Vetusto Continente. Cualquiera no familiarizado con los usos y costumbres del jazz podría preguntarsende está el “road manager-toca-pelotas”, y el public relations, y...


En el bar del hotel, si es que lo es, Monk parece más interesado en el caniche de la señorona que en la disertación de su cicerone en torno a los huevos duros en el desayuno, ventajas/inconvenientes.


Monk callejea camino de la Sala Pleyel donde supuestamente va a tener lugar la grabación del programa. No sabemos quién es el tipo que le acompaña, ni por qué está ahí, ni nos importa lo más mínimo.


El pianista acaba de cumplir los 52 años si bien su aspecto es el de un anciano.





Toma 2


El escenario de la Pleyel convertido en improvisado plató de televisión y, sobre el mismo:


- Un piano Steinay & Sons.


- 2 vasos de whisky con/sin whisky.


- Un cenicero sin/con colillas.


- Un micrófono de mesa.


- Thelonious Monk, de traje sastre, birrete “entre turco y solideo” (1) (el mismo que luce en la portada de The man I love”, edición Black Lion - Discophon); reloj de oro macizo, anillo tipo sello en el dedo meñique de la mano derecha.


- Henri Renaud, pianista de jazz por sí mismo (Zoot Sims, Bobby Jaspar...) devenido ejecutivo para la CBS francesa - división de jazz; aires de vendedor de grandes almacenes, la pose estudiada “estilo Arthur & Aniela Rubinstein” (véase muestra).



Rewind & play” es un filme sobre aquello que no es necesario decir. En “Rewind…”, lo que no se toca es más importante de lo que se toca”.

Alain Gomis



 Arthur Rubinstein sentado al piano y Aniela Rubinstein de pie apoyada en el piano.



Silencios, silencio


La cámara recorre el rostro del pianista milímetro a milímetro, poro a poro, partiendo del último cabello de su augusta y un tanto descuidada barba hasta la borla del solideo, y lo que queda entremedias: el rostro de Monk inundado de sí mismo, sumergido en un océano de goterones espesos como estalactitas (2); su respiración trabajosa, de animal cansado/acosado; su mirar enigmático y amarillo, concentrado de todas las particularidades de la protéica personalidad del jazzista, sugiriendo una posible dolencia hepática. La mirada de Monk se sitúa algún lugar misterioso situado fuera de cuadro.


¿Dónde está Monk?”, se pregunta el espectador.


Henri Renaud -anfitrión, amigo, pianista por sí mismo- saca pecho. Él estuvo con Monk en Nueva York, nos recuerda, en su domicilio y paseando por la rive gauche neoyorquina. Y es esta relación de amistad implícita entrambos lo que acrecienta el estupor del espectador ante lo que se le viene encima.


Difícil encontrar un interlocutor entrevistador más torpe/irritante (siendo que uno, en su devenir profesional, ha conocido unos cuantos de la especie). Difícil, por no decir imposible, concebir semejante acumulación de estereotipos, vaguedades y lugares comunes destinada a satisfacer las expectativas de una audiencia no adentrada en los arcanos del jazz o mentalmente deficitaria (sobran los ejemplos).


En cuanto ello, Monk se aferra a su banqueta-sillín, su pitillo, su gorra-solideo con borlita, su no-mirar ajeno y mudo, como un verdadero ermitaño de este mundo… nada de lo que sucede a su alrededor -el entrevistador , su cuestionario, el ejército de técnicos yendo a lo suyo– le interesa. Cualquiera diría que acaba de llegar de algún lugar lejano donde las personas piensan, sienten y se relacionan unas con otras de manera distinta, incluso se mueven de forma diferente y hablan otra lengua. Con esto que ambos, entrevistador y entrevistado, habitan dos mundos diferentes situados a miles de kilómetros de distancia el uno del otro (3). Está claro que él (André Hodeir) está haciendo su trabajo así como está claro que Monk no es un personaje fácil de entrevistar, pero ¿será que no puede hacer alguna otra cosa con este media?”


Se lo pregunta Alain Gomis, y nos lo preguntamos todos.


La música es el recuerdo de algo que nunca ocurrió”.

Lev Nikolaevitch Tolstói




Jazz Portrait


Monk mantiene los brazos en suspensión mientras su mente evalúa el próximo paso. A veces, da la impresión de que ha tomado partido por una opción y, sin embargo, a última hora decide cambiar de ruta. Monk se aplica a su trabajo con toda seriedad, sin prisa, con el mirar fornido/abismado del herrero en la fragua. Fuera de la música, para él, no existe nada.


El piano, en Monk, ya no es un piano, sino una cápsula inter espacial situada en algún tiempo fuera del tiempo


En un momento, sus brazos de herrero abismado caen a plomo sobre el teclado, y surge una música inesperadamente sutil, bella, lírica, dramática, de una belleza dramática, o “monkiana”; un fluir de esquinas brillantes y crepúsculos con Nellie; de bisagras, de goznes, que no siempre abren por donde debieran, o casi nunca. En Monk, como en tantos, la música está en lo que queda entremedias (4).


Monk, encorvado, parece mirar el piano como a un extraño. Para él, siempre es la primera vez.


A su paso, va reuniendo los restos de un espejo roto – puede ser “Think of one”, u Off minor” o Trinkle-tinkle”con los que da forma a una figura nueva que es la suma de todos los fragmentos y tiene más que ver con un lienzo cubista que con un espejo. Monk descubre el piano a cada paso; inventa el jazz a cada momento. No repite nunca.


Su honestidad como artista no resiste comparación.


Thelonious viaja vertiginosamente sin moverse”

(Cortázar).



París, 1954


Y va Henri Renaud, y lo suelta:


- “Su música, entonces (refiriéndose a la primera actuación de Monk en París, en el año 1954), era “demasiado avant garde” para el público parisino” (5).


- “Si fuera demasiado avant garde no habrían puesto mi foto en primera página”


Y lo que sigue: un silencio que habla por sí mismo. Nadie, y mucho menos el presentador, estaba preparado para semejante alarde de sinceridad (el mito del maldito/el incomprendido, Renaud viniendo a su rescate, etc., por los suelos) por parte del entrevistado. Desconcertado, mira en todas direcciones buscando una soga con la que ahorcarse. Monk, está claro, no se la va a proporcionar.


Repetición de la jugada.


- “Decíamos que su música, entonces, era “demasiado avant garde” para el público parisino.”


- “La gente vino a verme”, le contesta el pianista. “Lo que no vino fue el dinero”.


Renaud manda parar. Su fino cutis parisino ha adquirido una tonalidad roja-colorá de pimiento morrón que no anticipa nada bueno, something is happening here but you don't know what it is, Mr. Jones. La tensión se palpa en el ambiente. El comentario del pianista a propósito de su anterior presentación en la Ciudad de la Luz resulta denigrante para la organización del evento. Renaud no se lo piensa 2 veces: borra esta toma y repetimos”. Para nuestra suerte, el encargado de ejecutar la orden va a hacer caso omiso de la misma, bien porque estaba a otra cosa, o porque no le dio la gana hacerlo, o se olvidó, o era un un aficionado piadoso incapaz de silenciar al Sumo Sacerdote del Bebop, con lo que el corpus delicti nos ha llegado incólume tal cual se produjo (6).


Para Monk, el incidente va a ser la gota que colma el vaso de su paciencia. Esta cansado, aburrido, se siente un pelele en manos de quien le ha llevado hasta allí sin mayores explicaciones, por no hablar de que, en nada, deberá estar de vuelta en este mismo escenario tocando su música con público y sin Renaud (7). Al final, todos estamos deseando que termine esta tortura, sólo que, entre una cosa y la otra, aún no basta con lo rodado.


- “Can you play one medium tempo again?”, un temblor de de suplicante, de plañidera, en la voz susurrada del entrevistador.


- “And I´ll get it?”


- “One tune and that´s all”.


- “OK”.


Y puede ser un ´Round midnight” en tono inevitablemente crepuscular, o un “Crespusculle with Nellie” sutilmente rearmonizado/desarticulado (el espejo hecho añicos), o un “Nice work if you can get it” con aires de far west, o de stride piano serán 20 minutos de Monk en solo sin interrupciones. Porque hubo un tiempo en que el jazz era esto.




Despedida y cierre


Monk ha terminado la última de sus interpretaciones. Sin perder un instante, se levanta de la banqueta-sillín como impulsado por un resorte interior, abandona el piano y al entrevistador y enfila la puerta de salida sin mirar atrás.


El universo queda en silencio.



Gracias le sean dadas Diego Rodríguez, Director Artístico de Documenta Madrid 2022, por las facilidades dadas al autor de estas líneas.






Notas


(1) Julio Cortázar, “La vuelta al piano de Thelonious Monk”. En “La vuelta al día en ochenta mundos” (editorial Siglo XXI. México, 1967)


(2) “Thelonious Monk: rewind & play” marca el regreso de Alain Gomis al universo de la música” como forma de prolongación de la vida” tras “Félicité” (Premio del jurado en Berlín), en torno a una cantora de bares nocturnos en Kinsasa. Cineasta no vocacional, su discreción y sensibilidad en el tratamiento del material aquí reproducido corresponde a la calidad infrecuente del original televisivo, tomas falsas incluidas. Con ello, que estamos viendo exactamente aquello que escuchamos, la relación intensa del pianista con el instrumento, su interpretación poderosa” (Gomis).


(3)Al respecto del hecho diferencial del músico de jazz véase: Chema García Martínez, “Tocar la vida. El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción”. Alianza Editorial. Madrid, 2019.


(4) Al respecto de los silencios en la música de Thelonious Monk véase: Ben Sidran, “Los espacios entre las notas”(en Chema García Martínez, “Tocar la vida. El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción”. Alianza Editorial. Madrid, 2019.


(5) Editada en disco: "Thelonious Monk - Paris 1954” (Sony, Swing, Legacy, Vogue, Jazz Connoisseur). Monk está acompañado por Jean-Marie Ingrand, alcontrabajo; y Jean-Louis Viale, a la batería. París, Sala Pleyel, 1 y 3 de junio de 1954..


(6) La figura de Henri Renaud no puede por menos que evocarnos al Francis Paudras de Dance of the Infidels: A Portrait of Bud Powell” (Editions de L´Instant. Francia 1986), salvando las distancias que separan las trayectorias personales y profesionales de uno y otro. Como dato anecdótico, la historia contenida en Dance of the Infidels” inspiró el film Round Midnight” (Bertrand Tavernier, 1986), con Dexter Gordon - otro digno ejemplar de jazzista de pura raza/incontrolableen el papel protagonista y la música de Thelonious Monk como eje vertebrador.


(7) El concierto ha sido editado en disco: "Thelonious Monk. Paris 1969” (Blue Note, Laser Swing). Monk está acompañado por Nate Hygelund, al contrabajo; y Paris Wright//Philly" Joe Jones, a la batería; plus Charlie Rouse, al saxo tenor. Dicho sea de paso, se trata de una edición manifiestamente mejorable por lo que toca a la calidad del sonido.


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