Viviendo en el lado oscuro de la fuerza
(primera parte)
No creas que lo sabes todo
sobre Kenny G
Kenny & Miles somewhere, some place
(a propósito de los comentarios en FB en torno a la susodicha imagen)
Durante algunos años compaginé mi trabajo como autor anónimo de relatos pornográficos para una acreditada publicación del género,
con mis colaboraciones para el diario Ya de la Editorial Católica y la revista femenina
Telva, lo que era poner una vela a Dios y otra al diablo, o viceversa. Ello explica
que me encontrara aquella tarde sentado en una mesa para dos, bajo la cúpula acrisolada
del hotel Palace, en Madrid, compartiendo té y recuerdos con el rey de la
música de ascensor, las salas de espera de los consultorios médicos y las
grandes superficies comerciales: Kenny G (Kenneth Bruce Gorelick, en su partida
de nacimiento). Se me había encomendado la misión de trazar un perfil del
artista en la intimidad, su comida preferida, el libro que se llevaría a una
isla desierta, el nombre de su peluquero… el tipo de cosas que interesan a las
lectoras de Telva. Y así fue, en un principio. El interpelado, atrapado en
medio de una de las tantas giras de promoción, respondiendo a las preguntas del
entrevistador mientras mira el reloj de reojo, “mi color favorito es el
amarillo”, “pues mire Vd. qué bien”.
Hasta que, no recuerdo cómo ni por qué, saltó la
liebre.
-
“¿Le gusta Coltrane?”, me suelta.
-
“¿Tanto se me nota?”, le respondo.
Y se hizo la luz.
De repente aquí están, el reportero más dicharachero
y su víctima, ejercitando la danza de la lluvia en torno a un tótem con forma
de saxofonista de jazz y un aura radiante de color amarillo –el favorito de mr.
G- coronando su augusta testa. Resultó que Kenny G lo sabe TODO de Coltrane, ha
escuchado TODO Coltrane y, lo más extraordinario, es capaz de reproducir con su
instrumento (del que no se separa) los solos del maestro nota por nota para asombro
y regocijo de su interlocutor y alboroto del grupo de señoronas emperifolladas
que ha ido al Palace a tomar un té con pastas con mirada lánguida y aire
ausente. La entrevista es, ahora, un lejano recuerdo…
Nadie me ha explicado mejor ni con mayor detalle a
Coltrane, puente a puente, compás a compás, y hasta nota a nota; cada solo,
cada recodo… el tipo de experiencia que no se paga con todo el oro del mundo. Que
luego este mismo se gane la vida interpretando la “Canción de cuna” de Brahms,
o el “Tema de amor de Romeo y Julieta”, en versión para amas de casa y militares
sin graduación, constituye una de esas fascinantes contradicciones que hacen
del género humano un objeto digno de estudio.
-
“Debéis ir terminando”, la promocionera de la
discográfica ha salido del agujero, peligro...
-
“Denos solo un par de minutos más”, le implora el
saxofonista.
Total, que mi encuentro con el más improbable de los
coltranianos de la historia se prolongó hasta más allá de la media hora-tres
cuartos que se me había asignado. Y aún quedaba la traca final. Ya con un pie
en el estribo, mi entrevistado pareció haber recordado algo.
-
“¿Y Miles?”
-
… “¿y Miles, ¿qué?”
Resulta que acababa de encontrarse con él en un backstage cualquiera y, según parece, el
trompetista no solo no le arrojó a los leones, según su costumbre, sino que
hasta le mostró sus respetos. Algo de lo que el saxofonista está particularmente
orgulloso, se entiende. A fin de cuentas, Kenny G es un hombre cordial y un
interlocutor bregado. Y, bueno, a Miles le gustaba su compañía, según parece. ¿Miles
y Kenny G amigos?: tampoco hay que exagerar.
Descartada su obra -es de creer que Miles no apreciara
exactamente la música de Kenny G-, uno puede pensar que el “príncipe de las
tinieblas” reconoció la destreza técnica del saxofonista, que muy bien podría
haber ocupado el lugar de Bill Evans en el comeback
del trompetista; su vasto conocimiento de la materia jazzística y hasta es
posible que le moviera una cierta envidia ante la visión de su éxito desarmador
(algún día, alguien, debería escribir un tocho sobre la ambigua y atribulada relación
entre Miles y el negocio). Claro está que son conjeturas. La súbita
intervención de la Comandante en Jefe acompañada por un batallón de tanques M4
Sherman nos dejó con la palabra en la boca, literalmente.
-
“Créame que ha sido un placer inesperado”.
-
“Lo mismo digo”.
En 1997, Kenny G fue incluido en el Libro Guinness de los Récords al haber ejecutado la nota más larga registrada por un saxofón (45' 47”).
Como en un cuento de hadas, los sueños del pequeño saxofonista se hacen realidad a través de los servicios de una conocida marca de electrónica de consumo (imagen de la campaña publicitaria "Be a Kenny G")
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida,
hay Dios…
Rubén
Blades, Pedro navaja
Próximo capítulo:
Wilton Felder, el saxofonista que pudo reinar, pero no le dio la gana
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