Rodrigo vs. Rycardo

El clan Rodrigo manda callar al Nuevo Flamenco




  

En su último post en FB, el guitarrista Rycardo Moreno comunica la retirada del mercado de su disco Mi Esencia” “tal y como lo habéis conocido y adquirido hasta ahora”. Y explica (literal):

Hace un mes, tras unas conversaciones con las familia del maestro Rodrigo, donde por su parte consideran que la forma en la que interprete la melodía del adagio de Aranjuez (se refiere al “Concierto de Aranjuez”, de Joaquín Rodrigo) no es apropiada para la utilización de dicha música, la familia del maestro y mi compañía Karonte Distribuciones llegaron al acuerdo de retirar los discos de Mi Esencia del mercado y la versión en plataformas digitales de la canción Andrómeda y el adagio de Aranjuez (idem). Mi forma de entender la música no es convencional y es arriesgada y conlleva el riesgo de no gustar o de no ser aceptada, algo que respeto y acepto con humildad”.

No conozco lo suficiente a Rycardo Moreno, y tampoco he escuchado su versión del adagio del maestro Rodrigo, pero esa no es la cuestión. La cuestión, en verdad, tiene que ver con la actitud tomada por los herederos del susodicho que, muy posiblemente, no hacen sino seguir al pie de la letra las instrucciones dejadas por el referido susodicho quién sabe si ante notario, acerca de cómo y de qué manera debe interpretarse su obra. Y en eso, el susodicho era muy suyo.

Lo cuento en mi libro “Del fox-trot al jazz flamenco. El jazz en España 1919-1996”: al maestro no le gustaba ninguna de las interpretaciones de sus obras que no se ajustara estrictamente a lo escrito, la nota. Y menos que ninguna, la de Miles Davis-Gil Evans, contenida en el disco “Sketches of Spain”. Sabido es que puso el grito en el cielo cuando la escuchó, y solo calló al recibir el primer cheque por los derechos de autor, lo que dicen las malas lenguas. Bien es cierto que existe otra versión según la cual, los responsables de la discográfica norteamericana –Columbia Records- dieron por hecho que la obra era de dominio público, con lo que se “olvidaron” de abonar a Rodrigo la parte correspondiente de los derechos del autor, con lo que éste no hizo sino reclamar lo que le correspondía en derecho, valga la redundancia (1). Quede claro que hablo de oídas: no tengo medio de comprobar la veracidad de las tales habladurías, ni ganas. A fin de cuentas, el maestro tenía sus buenas razones para defender lo suyo. Durante 53 años, el “Concierto de Aranjuez”   fue la obra que más derechos de autor devengó en este país (datos aportados por la Sociedad General de Autores de España), superada solo por la “Macarena” de Los del Rio. Lo demás, es cuestión de gustos.

Y volvió a montarla años más tarde, con la enésima versión del adagio de marras a cargo del franco-egipcio Richard Anthony (“Aranjuez, mon amour”), y lo mismo. Las penas, con pan, o con dólares, son menos…

Guardo mi propio recuerdo del compositor, de cuando trabajaba como vendedor de discos en un comercio del ramo situado, qué casualidad, en el mismo edificio donde vivía el maestro, calle del General Yagüe, hoy San Germán, en Madrid. De ahí que no fuera era infrecuente verle paseando del brazo de su hija por delante del establecimiento, momento que uno aprovechaba para colocar el adagio de Miles-Evans por la megafonía externa al establecimiento a un volumen lo suficiente como para acallar a un ejército de babuinos en celo. Inevitablemente, el maestro entraba en ebullición, su piel pálida adquiría un leve tono cobrizo mientras una columna de humo grisáceo le brotaba de la bóveda craneal provocándole todo tipo de espasmos y convulsiones. Entonces, Rodrigo tiraba con determinación del brazo de su hija y ambos ponían pies en polvorosa hasta ponerse por la línea del horizonte, fuera del alcance de la trompeta de Miles. Llegué incluso a comentárselo a su hija, en algún momento.

-          “A tu padre no parece que le guste mucho el disco de Miles”.

Ella nunca me lo confirmó ni lo desmintió, lo que es una manera indirecta, o elegante, de confirmarlo: para gustos, los colores. Entra dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, capítulo 1, versículo 37. Otra cosa es el empeño de algunos en poner una mordaza en torno su obra sin avenirse a otras razones que no sean las que se contienen en un cheque al portador. Uno puede gustar o no de las relecturas de los clásicos, pero nunca mandará callarlos. Hay donde elegir, de Waldo de los Ríos/Luis Cobos a Uri Caine/Paco de Lucía, por lo que toca a la exégesis del concierto rodricense llevada a cabo por el algecireño, en sendos recitales celebrados en el Teatro Bulevar, o Casa de Cultura, de Torrelodones, Madrid, los días 25 y 26 de abril de 1991 (2).

Existe la foto de ambos, el compositor y el tocaor, sobre el escenario, sonrientes, dentro de lo que cabe, dando a entender que el maestro (quien estaba lejos de ser un seguidor incondicional del guitarrista) había aprendido la lección, o bien realmente le había gustado, lo que también podría ser. Cierto es que Paco no le dio motivos de queja. Su versión del concierto –suya, y de Edmon Colomer, que dirige a la Orquestra de Cadaqués- es respetuosa con el original, a no ser por las licencias rítmicas que se permite el cantaor y no alteran el valor del producto. En palabras del guitarrista: “yo toco el concierto tal como viene en la partitura, pero nunca lo oí tocado a ritmo y ahí es donde quería hacer mi interpretación”. Que, treinta años más tarde, sus herederos –los del compositor- vuelvan a la carga, nos lleva de vuelta a los viejos/oscuros tiempos de un nacionalismo musical que bebía de las fuentes del arte flamenco mientras rechazaba a sus legítimos creadores pretendiendo dignificarles. Así, Andrés Segovia: “la guitarra flamenca no tiene ni el trabajo ni la perfección de la guitarra clásica... en manos del flamenco es un instrumento tabernario, desnoblecido. A mí siempre me preocupó redimir la guitarra flamenca de las juergas y darle un repertorio musical serio…” no extraña que el linarense se las tuviera con Paco de Lucía: “ese señor, Paco de Lucía, que porque tiene ligereza en los dedos para hacer algunas de esas cuartetas simples creen que es un portento... pero eso del tiriririri... eso no es técnica”.

Mucho se ha especulado acerca de los motivos por los que Andrés Segovia nunca interpretó el “Concierto de Aranjuez”, ya fuera en vivo como en disco. La reciente desclasificación de la correspondencia privada entre el guitarrista y el autor del “Concierto de Aranjuez” llevada a cabo por las fundaciones Victoria y Joaquín Rodrigo y Andrés Segovia”, ha venido a aclarar el misterio de una vez por todas. En la misma, Segovia reconocer estar “entusiasmado” con la obra de Rodrigo, la cual, reconoce, le acompaña allá donde va. Tanto es así, que va a dedicar buena parte de su tiempo al estudio pormenorizado de la pieza, al propósito de incorporarla a su repertorio. El autor de la obra no cabe en sí de gozo. Tener a Segovia interpretando su concierto es todo a lo que puede aspirar. Hasta el día en que el guitarrista le consulta acerca de la posibilidad de realizar “algunos cambios” en la parte de la guitarra. Efecto inmediato, Rodrigo cambia el tono de sus respuestas, pasa a mostrarse cauteloso, esquivo, una y otra vez le da largas hasta que, en 1951, se publica finalmente la obra. Llegado a ese punto, el compositor da a entender que “ya no se inclina por hacer modificaciones” y le ofrece escribir una pieza original a cambio: la “Fantasía para un gentilhombre”.

Nos hallamos de nuevo ante la intransigencia del compositor a aceptar cambio alguno en lo escrito, aun viniendo de parte del mejor guitarrista clásico de la historia, como si la vocación de permanencia implícita al producto del compositor conllevara la inviolabilidad de su obra hasta en el menor de sus detalles. Y es esa actitud inflexible/obcecada, la que amargará en buena medida la carrera del más conspicuo de los discípulos de Andrés Segovia, el brasileño Heitor Villa-Lobos, acusado de sobreexposición a los más bajos extractos de la musicalidad brasileña, por donde quiere decirse las músicas, y los músicos, de raíz popular afrobrasileños e indígenas, mayormente; un sambenito que le acompañó durante su carrera toda, y aún después de fallecido. Así, la trifulca sucedida durante la interpretación de la “Bachiana número 5” en el Teatro Municipal de Rio de Janeiro, en el año 1964. Motivo: la elección de Elizeth Cardoso, una cantante “no cultivada”, para la voz principal. Como Paco, la cantora afrobrasileña cantó la pieza de oído, puesto que no sabía leer música; y, como él, se tomó sus pequeñas, mínimas libertades con el ritmo, las cadencias… el resultado, al decir de quienes la escucharon con el corazón y los oídos  abiertos, superó en calidez y emotividad cualquier otra interpretación de la pieza a cargo de ninguna soprano de conservatorio (3).

 

Epílogo con moraleja

Se dice que Enrique El Mellizo se hundía en un pozo de melancolía maltratado de amor, según Fernando Quiñones, y terminaba perdiéndose en la noche gaditana hasta dar con su frustración, su mala leche, frente al coro de la Catedral de Cádiz. Envuelto en las sombras, sin cruzar palabra con nadie, pasaba las horas escuchando la música grave, llena de majestad, distinta a todo cuanto le rodeaba en su día a día como matarife y banderillero, interpretada en alguno de los dos órganos con que cuenta el templo. Con ello dio forma a una malagueña de gran solemnidad y musicalidad con la que rompió la tradición del estilo; una malagueña que, en rigor, era tanto suya como de Juan Domingo Vidal, Francisco García Fajer, “el Españoleto”, Juan Gutiérrez de Padilla... por citar algunos de entre los maestros de capilla con que contaba la seo. Sin ellos, sin su música, no existiría la Malagueña del Mellizo. 

Nunca, nadie, vino a pedirle cuentas.



Reacciones en la Red


Beatriz Morales Bailaora

Nos hemos quedado con la boca abierta, sorprendidos de que se censure la buena música. Era el tema de los que más me gustaban escuchar y un trabajo increíble de composición, de música de percusiones y de horas y horas buscando esa hermosa obra.

Me parece increíble que en el mercado haya tantas cosas que deberían retirar y no retiran y la buena música se la quieran cargar.

Mucho ánimo y ese “Concierto de Aranjuez” se quedará grabado para siempre en nuestros corazones.

 

Enrique Romero García

Tu Humildad te hace Grande

Ole tuuuuu!!!!!

Lo que hagas bien hecho está.

 

Periquete Guitarrista

Algo feo hay detrás de esas intenciones, porque la versión es increíble de verdad, me faltó lo justo pa llorar.

 

Sylv Eddet

C'est dommage de reculer face à l'intolérance, la situation est incompréhensible. Ça n'empêchera pas de continuer à t'écouter avec plaisir!

 

Christian J. Vergara Mayorga

Sancho si los perros ladran es señal que avanzamos!

 

Notas

(1)   en las notas al disco, en su edición original, Nat Hentoff hace mención a Joaquín Rodrigo como autor del adagio, si bien su nombre no aparece en los créditos; ni el suyo, ni el de Manuel de Falla, autor de la “Canción del amor fatuo” (aquí “Will o´the wisp”).

(2)   editado en disco Philips 510 301-2.

(3)   a falta de la grabación original, que no existe, sirva esta como consuelo: https://www.youtube.com/watch?v=jhq91GAwL_4

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