Algunas cosas que no se han contado sobre el difunto Corea

Basado en hechos reales


Chick Corea y Jorge Pardo en Casa Patas. Madrid, octubre de 2015. Foto: Jaime Massieu 


Aquella mañana de la que hablo, me desperté sobresaltado, la boca pastosa y las sábanas a juego. Reconocí en ello los signos de lo que en términos periodísticos se conoce como “una resaca”. Descolgué el teléfono. Era el director de Ritmo, publicación en la cual colaboraba, invitándome a acudir a una matinée, o puede que fuera una presentación a cargo de un pianista que, por lo visto, toca jazz, o...

-          “¿Hay croquetas?”, le pregunto.

-          “Es en el Villamagna, así que imagino.”

Determinado a cumplir con el sagrado deber de informar a mis lectores, me calcé la mejor de mis americanas deconstruidas y partí raudo como el rayo sin saber a lo que iba, pero sí adónde. El hotel Villamagna, en Madrid, para quien no lo sepa, es el tipo de establecimiento que uno ve de lejos y no le entran ganas de entrar, salvo que haya sido invitado a cubrir una rueda de prensa de Miles Davis y/o Barry White –sí, su voz al natural tenía la misma tesitura que en los discos-.

Llegado al salón de marras, la consabida amable recepcionista de sonrisa bovina y vestido a juego me acompaña a mi lugar que puede ser cualquiera entre las 199 sillas desocupadas. La número 120 está ocupada por el corresponsal de “Caza y Pesca”. El local, amplio y diáfano, evoca la imagen de un invernadero inglés tamaño King Size, tantas sillas como buqués en tonos blanco y rosa pálido, además de un escenario tan amplio y diáfano como el salón todo y, en medio, su correspondiente mesa rectangular y cuatro micrófonos. Completa el cuadro un teclado electrónico situado estratégicamente a uno de los lados de la misma. Espero, esperamos, mi ahora entrañable amigo y yo, la llegada de nuevos compañeros, que no se produce.

-          “¿Tú sabes de qué va esto?”, le pregunto.

-          “Ni puta idea, chico”, me responde.

Solos y desorientados en medio del invernadero, aguardamos a que suceda algo, y así hasta que surge la Voz del Más Allá anunciándonos el inicio del acto. Acto seguido, hacen su entrada en la sala los actores concurrentes en solemne procesión, uno, dos, tres… mmm… esa cara me suena… ¡coño, Chick Corea!

-          “¿Quién?”, me interpela, aquí, el amigo.

-          “Un pianista de jazz”, le respondo.

-          “Ah, bueno”.

El misterio que envuelve la escena comienza a desvelarse. Tratábase, en pocas palabras, de un acto en desagravio por el reciente apresamiento de 69 líderes de la autodenominada Iglesia de la Cienciología por parte de la policía española, acusados de fraudes y estafas varias; delitos fiscales y monetarios, amenazas y coacciones y falsificación de documentos públicos. Y allá que fueron las peroratas de quienes, hablando en nombre de la organización, nos trataron de convencer de lo injusto y desproporcionado de la medida en contraste con la bondad intrínseca que guía a los cienciólogos en sus acciones, empezando por el padre fundador, L. Ron Hubbard, y hasta el último de sus seguidores. Sentado en un extremo de la mesa, el hermano Chick asentía con aire levemente ausente y hasta puede que soltara su discurso, no lo recuerdo. Mientras, los dos únicos asistentes al acto poco podíamos hacer que no fuera maldecir nuestra suerte.

-          “¿Tú crees que estarán alojados aquí después de lo que les ha caído a estos?”,

-          “Para mí que sí”.

A las palabras sucedieron los cánticos, una vez el pianista en cuestión fue a sentar sus reales tras el teclado instalado al efecto, y quien estaba a su lado, que resultó ser una cantante de tronío cuyo nombre tampoco recuerdo, me disculpe el lector, pasó a ocupar su lugar tras el micro situado igualmente al efecto, y lo que sucede en estos casos, que Dios los cría y la ciencología los junta, o sea. Entrambos, nos deleitaron con un bonito surtido de éxitos variados de ayer y hoy, un par de piezas con aroma a Broadway, o a Hollywood, algún original del pianista (¿“La fiesta”?), y de esa guisa. Solo que aún quedaba la sorpresa final, el no-va-más, el desparrame, etc., dícese por la versión cascabelera y briosa que el susodicho y la susodicha nos ofrecieron a modo de tal, del más español de los pasodobles de la historia, “Y viva España”, obra de los belgas Leo Caerts y Leo Rozenstraten, música y letra, respectively. Puestos a congraciarse con el país que puso a su cúpula directiva tras las rejas, no encontraron los organizadores del evento mejor forma que esta. Y, en medio del chaparrón, un músico de jazz, y no uno cualquiera, precisamente... cosas veredes, amigo Sancho. 

En un vano intento de ocultar nuestro estado de estupefación absoluta, los allí presentes, dos en total sin contar los miembros de la mesa, acompañamos la interpretación dando palmas con ánimo renovado. Y uno, que tenía la manía de grabarlo todo, grabó también aquello.

Hoy, aquella cinta de casete descansa donde descansan el resto de mis cosas, a la espera de que un alma caritativa la arroje al fuego purificador antes de que caiga en manos de un discógrafo danés sin escrúpulos.

Y es que al final, todos somos humanos.

Te sea leve, amigo Chick.

 

Para más información:

El País, Detenidos 69 líderes de una secta internacional de 'ayuda' a toxicómanos”. 20 de noviembre de 1988. https://elpais.com/diario/1988/11/21/espana/596070007_850215.html

Jazz y otras hierbas: el autor entrevista a Chick Corea (años 2010, 2012, 2013 y 2015) http://chemajazz.blogspot.com/search/label/Chick%20Corea




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