Americanos, os recibimos con alegría...

Recordando a Norman Hogue


Norman Hogue
Foto: Jaime Massieu 

Nunca he vuelto a oír a nadie roncar así. Ni tocar así.

Sergi Vergés, músico de jazz

 

”Una tarde del invierno de 1947 fui a tomar algo a Molinero, un salón de té lleno de viejecitas que no ha cambiado en doscientos años. Había una orquestina tocando valses y en principio nada me llamó la atención. De repente, me fijo en aquel saxofonista negro. Un sonido extraordinario y, además, muy jazzístico. ¿Qué pintaría allí en medio? Cuanto más me fijaba, mas crecía mi inquietud... me acerqué a él y pensé: “¡caramba, si se parece a Don Byas!... pero no puede ser, ¡cómo va a estar uno de los mejores saxofonistas del mundo tocando en un salón de té decimonónico de Madrid!” Pero se parecía tanto que, al finalizar la actuación, me acerqué a él y le pregunté: “¿es Vd. Don Byas?” (1).

Franco Orgaz, el último de los bohemios capitalinos, miembro fundador del muy meritorio/económicamente débil Hot-Club de Madrid, relataba la anécdota con el hablar atropellado del tímido devenido hombre público a su pesar.

”El problema fue que todos los músicos de Madrid acabaron desfilando por el salón para escucharle, y no pagaban, naturalmente. Y no solo eso. Los propios muchachos de la orquesta se dedicaban a contemplarle –y algunos hasta lloraban- cuándo él tocaba, y tampoco trabajaban. Ruinoso”.



Salón de té Sicilia Molinero

Tras una estancia de dos meses en la casa de los Montoliu, Byas dejó Barcelona y marchó en dirección a la Villa y Corte a invitación del pianista Miguel Ramos, “Ramitos”, siendo alojado por el propio Franco Orgaz en su domicilio de la calle Mesón de Paños. Siempre a la que salta, los aficionados madrileños gestionaron un contrato para el saxofonista en Pasapoga –conocida como el Pasa-y-paga- junto al también saxofonista George Johnson y otros ilustres representante del naciente jazzismo madrileño –los hermanos Barreto, Raimundo Pía…, de donde pasó al salón Madrigal, junto con Lluis Rovira y su orquesta.

La revista Hot Jazz, a través de su corresponsal en Madrid, Luis Araque, estuvo ahí: 

“¡Caramba, señores! Pues resulta que estamos en Madrid mejor que queremos todos los aficionados de verdad al jazz. Nada menos que tenemos al inconmensurable Don Byas englobado dentro de una de nuestras mejores orquestas…”



Byas estaba en la cumbre de su popularidad tras su exitosa interpretación de Laura, el tema escrito por David Raskin y Johnny Mercer para la película homónima de Otto Preminger. Por donde, el disco vio la luz con el film aún en cartel, lo que contribuyó a su difusión.

“Las veces que hemos ido a escucharle”, prosigue Araque, “no hemos tenido más remedio que pedirle su Laura, solo de tenor en el que hace sonar su instrumento de manera conmovedora, con adornos melódicos maravillosos, y cuyo principio, siempre de una prolongadísima inflexión, lleva el sello negro que tanto admiramos”. 

Una rápida visita a Lisboa y vuelta a Madrid, a tiempo de participar en el III Festival de Jazz organizado por el programa de radio Casino Fin de Semana, y, nuevamente, Barcelona, para un postrer encuentro con los Montoliu, y París, donde terminaría por instalarse. Volvería a Madrid dos décadas más tarde para tocar jazz en Whisky & Jazz, de donde la foto en que puede vérsele junto a los miembros del Modern Jazz Quartet, Pedro Iturralde, Vlady Bas, Juan Carlos Calderón, Pepe Nieto, Eric Peter, Peer Wyboris, Juan Claudio Cifuentes, etc. es de notar el hecho de que, ni a él, ni a ninguno de quienes le precedieron –el caso del trompetista Adolphus Doc Cheatham- se les pasó por la cabeza quedarse a vivir en nuestra ciudad, cuanto menos que uno sepa. Otros sí lo hicieron. Por ejemplo, Norman Hogue.


Don Byas y amigos en Whisky & Jazz

 

Norman, en el centro del huracán

Norman llegó a Barcelona como trombonista salsero y se quedó a vivir en Madrid como trombonista de lo que fuera. Venía de tocar con Lionel Hampton y Tito Puente. Músico de recia estirpe ligado de por vida al lenguaje de big band, los viejos usos, el swing, la cosa. No precisó de mucho tiempo para convertirse en un elemento consustancial de la noche capitalina, calle Huertas para abajo.

Puede que fuera coincidencia, el caso es que la decisión de Norman de sentar sus reales en la Villa y Corte coincidió con un momento dulce de la cosa en la ciudad, con media docena de garitos clubes programando a todo programar (incluyendo el, entonces, recién inaugurado Bogui Jazz de otro norteamericano, Dick Angstadt), y el personal con ganas de montarla, y montándola, que si no fuera Madrid, y no fueran los madrileños de nacimiento o adopción, tan poco pagados de sí mismos, ya  habría un Marsé, o un Scott Fitzgerald, escribiendo sobre el asunto. Sé de lo que hablo: viví aquellas noches de vértigo, o de lo que fuera, y estoy aquí para contarlo, no todos pueden decir lo mismo.



Con esto que la demanda de instrumentistas bragados/versátiles estaba al alza, y nadie ganaba a un americano en versatilidad y bragadura. Recordemos: Bob Sans –fallecido en junio de este mismo año, tras recibir un sentido homenaje de la profesión en el teatro Reina Victoria– Bobby Martínez, Nirankar Khalsa, Jerry González –de cuyo fallecimiento, en el año 2018, algunos aun no nos hemos repuesto-, Tony Heimer… y quienes les precedieron: Wade Mathews –autor de Improvisando: la libre creación musical (2) y coordinador del área músico-alucinatoria de Espacio Cruce-, Stephen Frankevich (3), Malik Yaqub (4), Donna Hightower (5), o David Thomas, padre putativo/gurú de una generación de creadores madrileños de amplias miras a quién estará dedicada la próxima entrega de Tocar la vida.

La cosa, que uno iba donde fuera, y allí estaba Norman tocando jazz, salsa o Louis Prima. Una gloria. Y así, hasta el 27 de septiembre en que nos dejó sin avisar ni dejar recado, una cosa abrupta y precipitada; una putada.

Pablo Hernández, saxofonista él, recordaba a Norman de la época que él –Pablo- llegó a Madrid, y él –Norman- dirigía la mítica jamde los domingos en El Junco… Norman te hacía sentir como en casa. Luego te lo encontrabas frecuentemente en conciertos y post conciertos con sus good vibes y su energía tan positiva… una persona extraordinaria, un músico extraordinario. Un tipo que era pura alegría

 

Despedida y cierre

Se me parece que, en su misma diversidad -¿cómo comparar a un Bob Sands con un Malik Yaqub, o un Norman Hogue con un Wade Mathews?-, la aportación del jazzista americano al escenario madrileño puede resumirse en una palabra: oficio. Algo de los que los músicos de jazz, en nuestro país, no andaban sobrados (el panorama ahora es muy otro, felizmente).

Depositarios de un saber que no se adquiere en las academias, ellos, los yanquis, se quedaron acaso porque Madrid es una ciudad estupenda para vivir mientras uno no sea músico de jazz… y así como ellos, el pequeño pero vigoroso corpúsculo de jazzistas argentinos –con Marcelo Peralta ostentando el doloroso record de ser primer músico de jazz muerto por Covid en todo el mundo-, y los cubanos, menos eclécticos/pragmáticos y más dedicados a lo suyo. Adviértase que distingo entre residentes a tiempo total y visitantes asiduos o residentes temporales (Don Byas no estaría incluido en la lista por ese motivo).

Tómese a consideración lo dicho hasta aquí, y se verá cómo la Villa y Corte ha recibido a los americanos de siempre con alegría, olé mi suegra y olé mi tía; y estos no han pasado de largo, como la comitiva del presidente Eisenhower en la película de Berlanga. Muy por el contrario, su presencia ha dejado profunda huella en quienes hoy, recordamos a Norman, Bob, Malik o Jerry con una mezcla de nostalgia y cristiana resignación.

¡Va por vosotros! 

 

Notas

(1)   La información sobre la presencia de Don Byas en Madrid, extraída de José María García Martínez, Del fox-trot al jazz flamenco. El jazz en España: 1919-1996. Alianza Editorial. Madrid, 1996.

(2)   Turner Musical. Madrid, 2012.

(3)   Véase Stephen Franckevich, el trompetista que eligió España https://elpais.com/diario/2011/12/12/necrologicas/1323644401_850215.html

(4)   Para más información sobre Malik Yaqub véase Chema García Martínez, Tocar la vida. El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción. Alianza Editorial. Madrid, 2019.

(5)   Véase Donna Hightower, diva del jazz más allá de ‘las mariposas’ https://elpais.com/cultura/2013/08/23/actualidad/1377210404_362604.html

 

Comentarios

Entradas populares de este blog